Alter es un vehículo que comparten y compartieron diferentes personas para poder decir cosas sobre su presente. Su historia no necesariamente requiere el hilo histórico para ser pensado. La intención de saltarse los recorridos en línea recta nos convoca siempre. Así que vayan disculpando. Porque, en definitiva, se pueden seguir los recorridos equívocos de las metáforas cotidianas, del cuelgue de los deseos, de los tiempos de la germinación, etc.
Alter es, en tanto produce y crea. Punto. No tiene meta ni destino cierto, solo un camino de experimentación. Como dijimos en el primer número, allá por 1989, somos «cuatro gatos sueltos» (aunque hayamos descubierto que las gatas y gatos sueltos son muchos). Y una publicación divisionista, porque nos pronunciamos en contra de esos amontonamientos grises y amorfos, de masa manipulable, que la izquierda se empeña en llamar «unidad». Nacimos como una publicación post fanzinera, de frontera, para caminar por los bordes y los pliegues. Sabemos que (todavía) la única libertad que posibilita el sistema es la desobediencia a sus imperativos.
¿Cuándo salimos? No hay fecha fija ni periodicidad. Salimos solo cuando tenemos algo que decir, en forma y contenido; cuando las palabras y las imágenes tramadas de determinada manera transforman a la revista en un arco tensado que dispara pensamientos. Los tiempos de la revista no son los de la coyuntura. No tiene necesidades de presencia política, ni de hoja de ruta. Quiere caminar por senderos y caminos propios sin transitar por las autopistas del poder. Entre los tiempos prematuros y los tardíos se mueve, sabiendo que los tiempos justos son los que conjugan el devenir individual con el colectivo, aquí y ahora. Son los tiempos de una revista caótica como la vida, donde cada número es un acontecimiento. Y todo lo contrario.